El pequeño Marcos trabajaba en una carbonería .Cuando los demás niños iban al colegio limpios y con sus libros bajo el braza él ya llevaba la cara sucia del carbón. Los colegiales se burlaban de él y Marcos disimulaba su pena.
Por las tardes, al terminar su trabajo en la carbonería, Marcos rebuscaba en los basureros, donde los niños que se reían de él tiraban juguetes y libros. Consiguió así un buen montón de libros que leía por las noches, a la luz de una vela.
Marcos creció privándose de muchas cosas para poder estudiar, pero superó los exámenes con gran brillantez. Y llegó el día en que Marcos iba aseado y limpio, porque ya no transportaba carbón, sino que se ocupaba de la contabilidad de la carbonería. Mas tarde, por ser el mejor, ganó la plaza de profesor.
Y los hijos de aquellos niños que se reían de él fueron sus alumnos y siempre le tuvieron por buen profesor.
Los antiguos niños, que ya eran padres, aprendieron una gran lección: nadie es importante por lo que parece, sino por su inteligencia y voluntad, como Marcos, el profesor, ahora querido y respetado por todos.
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